Por: Martín Valdivia Rodríguez / Melisa González Gagliuffi, la mujer que atropelló a tres jóvenes y mató a dos ellos, es realmente afortunada: la tercera Sala Penal para Reos en Cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima anuló los cuatro meses de prisión preventiva que se le impuso y, con sólo pagar 30 mil soles de caución podrá salir libre e irse a su casa. ¿En qué país vivimos? ¿Cómo pretendemos fomentar el respeto a las reglas de tránsito si se envían mensajes cómo estos a la sociedad? ¿Qué corona tiene esta señorita para que la dejen libre mientras otras personas, por delitos menores, purgan prisión sin haber sido condenados?
La señorita Gonzales, a la luz de las investigaciones de peritos que conocen del tema de seguridad vial, iba a excesiva velocidad (no a 60 km. como pretende hacernos creer) excediendo los límites permitidos para derrapar su camioneta KIA con las consecuencias que ya todos conocemos. Toda violación a las normas de tránsito tiene sus consecuencias – fatales o no – que el conductor que las incumple debe de asumir. La señorita iba a una velocidad tal que le impidió maniobrar correctamente su vehículo para terminar matando a estas dos inocentes personas.
Todos lo entendemos así, menos los jueces del Poder Judicial. Ellos tienen sus propios “criterios” para mandar a la cárcel o no a una persona. Ya estamos acostumbrados que el trabajo minucioso de la Policía Nacional se vaya al tacho de la basura cuando un juez libera – pese a pruebas contundentes – a sujetos capturados in fraganti. Se han dado casos en que la policía captura a un delincuente y, a las pocas semanas, lo ven nuevamente haciendo de las suyas en las calles.
Es más, país de locos el nuestro, los jueces meten a la cárcel a los policías que cumplen con su deber y dejan libre a los rateros cuando la policía cumplía sólo con su trabajo. Un caso patético fue el que se registró a comienzos de año cuando el Poder Judicial dejó libre a Yerson Domínguez, un prontuariado delincuente sospechoso de matar al policía Yonel Luzón, en Piura. Es decir, el mundo al revés.
El Poder Judicial debe de ser más cauteloso en su accionar y medir con la misma vara a todos los ciudadanos. Veredictos como los arriba señalados, no sólo desprestigian su alicaída imagen, sino que crean sospechas – infundadas o no – de que algo huele mal tras muchas decisiones tomadas por los jueces. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.