La historia de la primera mujer, que vestida de varón, ejerció la medicina en América

Inicialmente estuvo casada y fue madre, y a raíz de la muerte de su esposo en la guerra napoleónica, asumió como varón por el resto de su vida

por | Sep 19, 2021 | Especiales

Inicialmente estuvo casada y fue madre, y a raíz de la muerte de su esposo en la guerra napoleónica, asumió como varón por el resto de su vida

Una médico- cirujano de guerra que sirvió en el ejército de Napoleón y perdió a su esposo en una de las batallas napoleónicas y luego a su único hijo, protagonizó en América Latina, más precisamente en Cuba, en las primeras décadas del s. XIX, ser la primera mujer que vestida de hombre ejerció la medicina en el continente.

A Enriqueta Favez, que era su nombre, también la correspondió protagonizar el primer caso de lesbianismo hecho público en América Latina, como quedó al descubierto luego de que en su papel de varón se casó con una dama cubana, y está cansada de los maltratos, aunque algunos dicen que lo hizo por temor, la denunció ante las autoridades.

Estas, decidieron verificar que había de cierto en la denuncia y dispusieron su examen físico en una ceremonia pública, y Favez, a pesar de sus esfuerzos para impedirlo terminó cediendo. Luego de ser desvestido quedó al descubierto que tenía sexo femenino y no masculino, lo que le valió ser sancionado con la expulsión de Cuba por el resto de su vida.

De su pasado se sabía poco: que había nacido en Suiza, en 1791, que estudió medicina en Francia, que fue médico de guerra y soldado en el frente de campaña de Napoleón, hasta que fue capturado y hecho prisionero por las tropas vencedoras del duque de Wellington.

Su vida de mujer

El historiador cubano Julio César González Pagés, autor de “Por andar vestida de hombre”, la más completa investigación sobre la apasionante vida de Enriqueta Favez, la ubica en algún punto a inicios del siglo XIX.

«Hay documentación histórica que muestra que Enriqueta estuvo casada con un soldado del ejército de Napoleón, que murió. Tuvieron un hijo, que también muere a los pocos días de nacer. A partir de entonces, es que comienza a vestirse de hombre y asumir una identidad masculina», cuenta a BBC Mundo.

Con pantalones y traje militares, Enriqueta siguió a su marido en la guerra y luego, cuando éste murió en la batalla, ella tomó su posición en la línea de combate.

Aún vestida de hombre, estudió medicina en la Universidad de París, una profesión destinada exclusivamente a los hombres, y sirvió como doctor durante la campaña rusa de la guerra napoleónica, según la investigación realizada por el cubano Antonio Benítez Rojo para su novela biográfica

La primera doctora de América

«Cuando viaja a América ocurre un proceso muy interesante, porque se convierte en la primer mujer en ejercer la medicina no solo en Cuba, sino también en América Latina», asegura González Pagés.

De hecho, Elizabeth Blackwell, la británica reconocida internacionalmente como la primera mujer en practicar la medicina en el continente americano, nació en 1821, cuando ya Favez consultaba y operaba a sus pacientes en el oriente de Cuba.

«Otro elemento destacable de esta mujer en su profesión es que era cirujana. Cuando hace el examen para revalidar su título ante el Protomedicato de La Habana se convierte, además, en uno de los tres únicos médicos cirujanos en el área del Caribe en esa época», añade el historiador.

Su vida de varón

En el oriente de Cuba, en 1823 ya era un renombrado cirujano, se había casado por la iglesia con una lugareña, una tal Juana de León, y llevaba una vida holgada y respetable, aunque salpicada por rencillas y altercados resultados de los usos y abusos del alcohol.

Pero esa no era la causa por la que el doctor Favez había sido llevado a los tribunales de Santiago de Cuba por una denuncia en su contra presentada por su propia esposa, que aseguraba que el respetado médico, el venerado cirujano de Baracoa, el fiel marido de Juana de León no era, en realidad, lo que decía ser.

En la tarde del 6 de febrero de 1824, un grupo de médicos decidió practicarle el examen físico ordenado por el juez. Cuando los médicos y los agentes de policía se preparaban para comenzar el examen, Enrique Favez trató de impedirlo y contó su dolorosa verdad a viva voz.

En el informe del proceso judicial, que aún se conserva en el Archivo Nacional de Cuba, todavía pueden leerse los resultados de aquella inspección.

La persona examinada «se hallaba dotada de todas las partes pudendas propias del sexo femenino», por lo que era «real y perfectamente mujer». El doctor Enrique era, en realidad, Enriqueta Favez.

Por el escándalo y odio de género, como se le llama hoy a este tipo de rechazos, Favez fue expulsada y ella eligió irse en barco con destino a Nueva Orleans a mediados de 1824, Enriqueta Favez dejó atrás las costas de Cuba, un oscuro pasado, un escándalo sexual y una trágica historia de amor.

Un gráfico de la época muestra el lado femenino y masculino de Enriqueta.

Un gráfico de la época muestra el lado femenino y masculino de Enriqueta.

De Enriqueta a sor Magdalena

Su rastro se perdió en la historia hasta muchos años después, cuando una carta, remitida por una tal sor Magdalena, cruzó en barco la ruta de Nueva Orleans a La Habana y luego, siguió el trote de los caballos del Correo Real hacia Baracoa, su antiguo hogar matrimonial.

Pero Juana de León, la destinataria del documento, había muerto tiempo antes.

Sor Magdalena, la monja médico que se había presentado primero como partera en Veracruz y que luego atendió a los enfermos en la congregación de las hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, nunca supo si su envío había llegado o no a su destino.

Tal vez, pensó en su pasado y entendió que había razones para que esa carta, una carta desesperada de amor, en la que suplicaba ver de nuevo a su esposa, nunca fuera respondida.

«Una de las opciones que le dan que se libere de este pecado es entregando su vida a la Iglesia y a partir de entonces se dedica a cuidar a los enfermos. Pero siguió, lógicamente siendo lesbiana, y está documentado que intentó volver a Cuba para volverse a encontrar con su esposa», afirma Pagés.

Murió en el exilio

Pero Enriqueta Favez nunca volvió a pisar isla. Murió en 1856, vistiendo los hábitos de las hijas de la Caridad y fue enterrada con ritos católicos en el cementerio antiguo de Nueva Orleans.

Cuando en 2005 el huracán Katrina cruzó Guadalupe, devastó el oriente de Cuba y siguió su paso imparable hacia Nueva Orleans, en una ruta similar a la seguida por Favez en su paso por América, destruyó su tumba y con ella, uno de los últimos recuerdos de una de las mujeres más sorprendentes que marcaron la vida del continente en el siglo XIX.


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