Por: Antero Flores Araoz / Más del despropósito

por | May 30, 2020 | Opinión

Por: Antero Flores Araoz / La pretensión para cambiar la Constitución, justo cuando todo el mundo anda preocupado con el CORONAVIRUS, ha sorprendido, más no por sus autores que siendo “antauristas” y anti sistémicos, cualquier cosa se puede esperar de ellos, sino por su contenido, en que los argumentos son falacias y la propuesta disparatada, conforme hemos comentado en columnas de las últimas dos semanas.

Pero hay mucho más en las expresiones que tratan de justificar el cambio constitucional que nos hizo recordar el famoso aforismo de que la ignorancia es atrevida, o como dijera Baltasar Gracián “el primer paso de la ignorancia es presumir de saber, y muchos sabrían si no pensasen que saben”. Sin pudor, pontifican los autores del infortunado proyecto que quienes estuvimos en el Congreso Constituyente que elaboró la actual Constitución, traicionamos la legalidad. ¡Por favor! se concurrió a tal Congreso para trabajar por el
retorno de la legalidad. Recordemos que en aquel entonces más de las tres cuartas partes del país, aplaudía el golpe de Estado del 05 de abril de 1992.

Afirman con desvergüenza que los partidos tradicionales son traidores al mandato del pueblo. Parecen desconocer que los herederos de Haya de La Torre, de José Carlos Mariátegui y de Víctor Andrés Belaunde, quienes inauguraron en nuestra patria las corrientes: social demócrata, izquierda racional y social cristianismo, respectivamente, mal que les pese, son los que junto con la menos antigua Acción Popular, han trabajado con ahinco y éxito por la democracia que nos permitió encausarnos en la senda del desarrollo y bienestar.

Dicen que la Constitución del 93 fue aprobada por coacción. Vaya a saber de dónde han sacado tal infundio. Participé, al igual que muchos otros opositores al fujimorismo, en la Constituyente de aquel entonces, pudiendo formular propuestas, debatir las mismas y votarlas, sin que existiera coacción alguna, pero si el mandato de lo votos, que a veces se inclinaron a nuestras posiciones.

Tienen el descaro de afirmar que nuestra Constitución es entreguista porque admite la concesión de los recursos naturales. El realismo no es entreguismo, los recursos naturales como los minerales, forestales, pesqueros, hidráulicos y varios más, se concesionan para su explotación y por ello se pagan derechos e impuestos, además de regalías. El calificar de entreguismo, seguramente en algunos auditorios se escucha bien, pero no es real, por lo menos en el caso peruano.

Tienen el cuajo de considerar que hay explotación de mano de obra, cuando la Constitución es garantista del trabajo y, pocas constituciones como la peruana, son tan inclinadas a la protección del trabajador, al que le reconoce el derecho a remuneración equitativa y suficiente que procure para él y su familia, el bienestar material y espiritual, la percepción de beneficios sociales y participación en las utilidades, la protección contra el despido arbitrario, la libertad de sindicalización, derecho a la negociación colectiva y huelga, entre muchos otros. Los trabajadores de los estados marxistas. que probablemente los autores del proyecto admiran, seguro que desearían tener una mínima parte de los derechos laborales que se reconocen en el Perú.

Y, como cereza en torta fundamentan su proyecto en que nuestra Constitución es culpable de la mega corrupción, como si las normas legales fuesen responsables del mal comportamiento de algunos ciudadanos y parte de sus gobernantes. No hay que echar culpa de las inmoralidades y delitos a las leyes, sino a sus transgresores. En el referéndum para la aprobación de la Constitución que tratan de sustituir, algunos nos opusimos por diversas razones, la mía fue por haber dejado de lado el bicameralismo, pero pese a ello es una Constitución tan aceptable como cualquier otra y podríamos decir que sus disposiciones son el común denominador de todas las constituciones que nos han precedido.

Además, la vigente Constitución va a tener cerca de 30 años de duración, más del doble de la que la antecedió y, no es dable que se pretenda cambiar la Constitución como si se tratase del traje de moda. No señor, hay que desenmascarar a los que con nombres indescifrables, si tienen intenciones descifrables y ellas son dejar de lado el capítulo económico de la Constitución de 1993, que es el que ha permitido el crecimiento del país y la mejoría de niveles de vida, hoy afectados por la naturaleza, con la pandemia, y no por su normatividad constitucional.


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